viernes, 14 de junio de 2013

crisis mi vida se paraliza, no puedo ir a trabajar y tengo que meterme en la cama»


Son veinticuatro horas al día, trescientos sesenta y cinco días al año. No concibo la vida sin dolor». 
Así define Ernesto Hita, que convive con la cefalea desde hace 20 años, su experiencia con la enfermedad. La cefalea es una de los motivos de consulta más habitual en las consultas tanto de Atención Primaria como de Neurología y Unidades del Dolor, puesto que hay estudios publicados que muestran que el 87% de los hombres y hasta el 98% de las mujeres, padecen dolor de cabeza alguna vez en su vida.

Pero el caso de Ernesto es especial, y lo es porque no recuerda un día de su vida sin dolor. «Al principio sentía una ligera sensación de pesadez en la zona frontal de la cabeza, sobre los ojos, y en la zona lateral, en ambas sienes. Similar a una leve sensación de cansancio, a partir de media tarde. Puedo decir que no tiene por qué existir ningún desencadenante externo, o al menos no único. Simplemente empezó así y poco a poco fue evolucionando. El primer TAC me lo hicieron con 19 años. Y ahí comenzó, no la enfermedad, sino el problema. Las pruebas daban resultados correctos, por lo que se entendía todo normal», explica.

Incomprensión
Escucharle es comprender como una enfermedad crónica te hace diferente a los demás, como te aparta de la normalidad poco a poco. «Mi vida se iba desarrollando de forma natural, como la del resto de los hermanos, amigos, compañeros y vecinos. Salvo en que había algo cada vez más molesto en el día a día, que no escuchaba de los demás. El dolor», explica.
«La incomprensión es la palabra que mejor puede definir la sensación que te produce sentir un malestar cuya procedencia nadie te explica y, lo que es peor, cuyas consecuencias nadie entiende. Todos a tu alrededor se sienten facultados para diagnosticarte y tratarte, pero ni tan siquiera los médicos lo hacen debidamente, ya que ninguno diagnóstica, a tan tempranas edades sino transcurridos muchos años de una lacerante experiencia, esta enfermedad como lo que es. Crónica», señala Ernesto.
De hecho, los pacientes con dolor de cabeza crónico, ya sea cefaleas o episodios de migraña, sufren ansiedad y depresión con una frecuencia dos o tres veces superior a la media. Ernesto nos lo explica así: «Hay que decir que al afectado por cefalea, se le ha hace pensar que su dolencia no es importante. Por no decir que se trata de una enfermedad estigmatizada. Que se relaciona con personas de carácter triste, poco activas o frágiles. Por eso se tiende a huir de reconocer la situación o incluso de ir al médico. Se silencia. No se comparte. Se padece de forma discreta, casi secreta».
Calidad de vida
«No se puede hablar de calidad de vida en el caso en el que se siente un dolor tan intenso y continuo», afirma Ernesto. Los enfermos de cefaleas no cambian su vida debido a esta enfermedad, puesto que la mayoría conviven con ella desde la niñez o la adolescencia. Según la OMS, se encuentra entre las veinte primeras causas de discapacidad, ya que supone una clara barrera social e incluso económica para los afectados. «Tan sólo la idea de pensar en qué momento, lugar o en presencia de quién puede aparecer o agravarse la crisis consigue modificar todos tus hábitos, adaptando a la enfermedad tu vida familiar, social y por su puesto la laboral. Por no hablar de la propia crisis, que prolongada en el tiempo o puntual, lo ralentiza todo o lo paraliza», explica.
Lucía, 34 años, Madrid
El caso de Lucía es diferente. Ella sufre crisis de migraña desde hace poco menos de un año. Tampoco ha conseguido un diagnóstico claro. «Al parecer es tensional, o al menos eso es lo que me ha dicho el neurólogo. En mi caso se producen en épocas de estrés y están directamente relacionadas con tensión en la parte cervical», explica.
El principal problema en su caso es la intensidad de la crisis, la incapacidad para poder predecirla, y sobre todo, como afecta a su vida diaria. «Un día normal en mi vida es muy intenso, trabajo unas diez horas diarias frente al ordenador, y conduzco una hora u hora y media al día. Cuando me dan las crisis, mi vida se paraliza, no puedo ir a trabajar y prácticamente tengo que estar en la cama», explica Lucía.
Y no termina ahí, continua, «al día siguiente tengo lo que yo llamo 'resaca', que es el efecto rebote que la crisis provoca en mi cuerpo de lo que he sufrido el día anterior», nos cuenta.
Toma un tratamiento con rizatriptán cuando nota que el dolor está empezando y aunque reconoce que le alivia y funciona, no siente que sea suficiente. Por esos recurre a terapias alternativas que ayuden a atenuar las crisis: «Estoy probando con masajes sacro-craneales, osteopatía, natación, cambios alimenticios como eliminar la cafeína y tomar mucha fruta y verdura. Sinceramente prefiero intentar evitarlas a tener que tratarlas. Lo último que me han recomendado es acupuntura, y probaré, no quiero vivir con esto toda mi vida», señala.
nota
La información médica ofrecida en esta web se ofrece solamente con carácter formativo y educativo, y no pretende sustituir las opiniones, consejos y recomendaciones de un profesional sanitario.
Las decisiones relativas a la salud deben ser tomadas por un profesional sanitario, considerando las características únicas del paciente.

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