Cientos de miles de personas han tomado a las calles de varias ciudades de Egipto para exigir la salida del presidente Mohamed Morsi,justo cuando se cumple el primer aniversario de su investidura.
Una enorme multitud se ha ido concentrando durante el día en la plaza cairota de Tahrir, epicentro de la revuelta que derrocó a Mubarak en 2011 tras 30 años de dictadura. “Vete”, es el lema más coreado por una multitud que ondea las banderas nacionales rojas, blancas y negras. Su intención es hacer una demostración de fuerza para expulsar del poder al presidente, el primero elegido de forma democrática en el país. Sin embargo, Morsi cuenta con sus propios apoyos.
Otra multitud de unas 20.000 personas, simpatizantes de la sociedad de los Hermanos Musulmanes, se han concentrado en el distrito de Nasr City, cerca del palacio presidencial, en el este de El Cairo, la capital, y, armados con bates, porras y cadenas, han prometido derramar sangre, si es necesario, para mantener en el poder al primer presidente elegido por las urnas en la historia del país.
Sólo en El Cairo se habían reunido, al caer el sol, más de 200.000 personas en marchas de protesta contra el Presidente. Las calles que desembocan en la plaza de Tahrir, completamente repletas. En la ciudad costeña de Alejandría, foco también de protestas, se reunieron otras 100.000, según una estimación de Reuters. Se espera que, a medida que avanza la noche, más personas vayan llegando a aquellos puntos en los que se han convocado manifestaciones. El centro de la capital deEgipto está totalmente paralizado, tomado por manifestantes que gritan lemas contra Morsi y muestran fotos del presidente con la cara tachada en color rojo.
Los detractores de Morsi quieren que este 30 de junio se convierta en un nuevo 25 de enero. Aquel día, en 2011, estalló la revuelta que acabó con tres décadas de régimen de Hosni Mubarak. Muchas esperanzas nacieron entonces, pero las primeras elecciones democráticas han acabado decepcionando y amargando a muchos egipcios. “Morsi nos traicionó. Traicionó los valores de la revolución. Rompió sus promesas”, según Hassan Asagbi, de 42 años, que lleva acampado en la plaza de Tahrir, foco de las revueltas de 2011, desde hace seis días. Asagbi milita en la agrupación Tamarod (en árabe, Rebelde) que se ha embarcado en una campaña de recogida de firmas para forzar la dimisión de Morsi.
Cuando Al Masri dice “los suyos”, se refiere a los Hermanos Musulmanes, que este domingo han escenificado su propia demostración de fuerza las inmediaciones de la mezquita de Raba al Adawiya están tomadas por partidarios del Presidente, muchos de ellos protegidos por chalecos antibalas, escudos y cascos.
La mayoría marchan a paso militar por las calles que llevan a la mezquita, gritando simples consignas como “¡Egipto!” o “Presidente”. Recientemente 11 partidos islamistas se unieron para crear la Alianza de Apoyo a la Legitimidad, cuya finalidad es mantener a Morsi en el poder, y darle tiempo para que siga avanzando en sus reformas.Tamarod dice tener más de 22 millones de esas firmas. Si es cierto, y son válidas, son casi el doble de los 13,2 millones de votos que obtuvo el Presidente en las urnas. Los militantes de Tamarod hacen una labor minuciosa: piden a cada firmante identificación y en cada papeleta anotan nombre, número de identidad y lugar de residencia. “Morsi no ha sido bueno para el país. Las condiciones de vida no han mejorado.
El desempleo ha crecido. Hay escasez de gasolina y apagones eléctricos. Sólo gobierna para los suyos”, dice Mohairib al Masri, de 27 años, que en una sola jornada, la de este domingo, ha recogido 6.000 firmas pidiendo la renuncia del Presidente.
“Todos los que estamos aquí daríamos nuestra vida para mantener a Morsi en el poder”, decía, agitado, Abdel Halian Said, de 28 años, en la concentración a favor del Gobierno. “Los opositores son conspiradores del antiguo régimen. Buscan su propio beneficio. Y no vamos a permitirlo.
Lo lograrán sobre nuestros cadáveres”, añade, mientras se golpea la palma de la mano con un palo que blande como arma. Para los partidarios de Morsi hay una palabra clave, que repiten constantemente: legitimidad. “Es nuestro primer Presidente elegido democráticamente. Eso le da legitimidad. Deberíamos estar orgullosos de eso, no tratando de expulsarle”, añade Said.
Una parte, sin embargo, es ciega a las demandas y explicaciones de la otra. Por un lado hay un Presidente elegido democráticamente que tiene ante si una situación económica al borde del colapso y que es incapaz de controlar las calles y garantizar la seguridad de la ciudadanía. Por otro, están los opositores, que creen que los Hermanos musulmanes han secuestrado la revolución y el proceso democrático, para avanzar una agenda islamista que nada tiene que ver con las aspiraciones de la mayoría y las razones por las que echaron a Mubarak del poder.
En los pasados días, las manifestaciones se han tornado violentas. El viernes murieron cuatro personas en diversas localidades del delta del Nilo, incluido un norteamericano apuñalado en Alejandría. Ayer falleció un periodista en Port Said, cuando un artefacto explosivo estalló en una concentración opositora. El domingo pasado, el comandante en jefe del Ejército y ministro de Defensa, general Abdel Fattah al Sisi, dijo que no tolerará que el país caiga en “un oscuro túnel de conflicto”, desatando el temor a una nueva toma de poder por parte de las fuerzas armadas, como sucedió en 2011 tras la caída de Mubarak.
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