Cada vez más jubilados optan por vivir juntos bajo un mismo techo y salvar así problemas de exclusión social y depresiones | La iniciativa está tutelada por entidades sociales y se suma a otras acciones como las convivencias entre estudiantes y abuelos
Julià, Dolors y Albert están discutiendo en la cocina qué hacer esta noche para cenar Comparten piso desde hace algunos meses junto con otro compañero, y este es uno de los momentos en los que el diálogo se hace más necesario.
Julià, Dolors y Albert están discutiendo en la cocina qué hacer esta noche para cenar Comparten piso desde hace algunos meses junto con otro compañero, y este es uno de los momentos en los que el diálogo se hace más necesario.
A pesar de que nuestra mente pueda asociar esta escena a la de un piso de estudiantes, ninguno de ellos baja de los 70 años. Compartir piso ha dejado de ser una necesidad propia de la gente joven y se erige, con el paso de los años, como una opción a tener en cuenta también por parte de la población mayor la cada vez más acuciante crisis económica y las vías para combatir la soledad han hecho que la opción de compartir piso a cualquier edad gane enteros, algo anecdótico hace tan sólo unos años.
Miedo a la soledad y pensiones bajas
El papel de los voluntarios
Miedo a la soledad y pensiones bajas
Personas con pensiones bajas, con ingresos económicos precarios, o que no cuentan con el respaldo de una familia que les pueda mantener, son los principales beneficiarios de una opción que también ven con buenos ojos ciudadanos que, por los motivos vitales que sea, se han quedado solos y prefieren compartir su vida con gente que tenga sus mismas realidades, antes que ir a una residencia.
La necesidad de compartir no es nueva, hay entidades sociales como Fundació Llars Compartides programas como Viure i Conviure de la Fundació Catalunya-La Pedrera, que ya llevan años trabajando en un tipo de proyecto que pone en contacto a gente mayor sola con jóvenes para que vivan juntos y aúnen necesidades.
La nueva realidad social, marcada de cerca por el contexto económico, ha dado alas a iniciativas sociales como la que plantea la Fundación Llars Compartides, que pone en contacto a personas mayores con una pensión baja o en riesgo de exclusión social para que convivan en un hogar compartido con otros compañeros de su generación en busca de una mejora de su calidad de vida. Actualmente, la fundación cuenta con 13 voluntarios que coordinan a los 32 residentes inscritos, aunque ya tienen a otras 27 personas en lista de espera.
Defender a los más necesitados
Defender a los más necesitados
Desde el Govern se congratulan de iniciativas sociales como esta, que consideran necesarias para que las personas mayores que se encuentran en riesgo de exclusión social se aproximen, aunque señalan como condicionante principal que el interés de la persona mayor esté por encima de cualquier consideración.
En este sentido, el secretario de Família de la Generalitat, Ramon Terrassa, alerta de que “compartir un piso no es lo mismo que visitar dos o tres veces por semana a una persona, por lo que hay unos requisitos previos muy importantes como aclarar expectativas y normas para que no se den problemas, ni haya prejuicios por parte de ninguna de las partes”. Terrassa destaca que, todavía hoy, la soledad es la causa principal por la que la gente mayor decide compartir piso, sea con la fórmula que sea, y por encima de las dificultades económicas:
“Es un colectivo que, a pesar de las nuevas dificultades que se han planteado, mantiene una cierta estabilidad en su poder adquisitivo, aunque sea bajo”.
La fórmula de personas mayores compartiendo piso va a más, y entidades sociales referentes en el sector como Amics de la Gent Gran reconocen que hay personas que ya se han interesado por ella: “No es una demanda masiva, pero sí que hay gente, tanto entre la que nosotros atendemos como otros ciudadanos, que ya nos han preguntado si llevábamos a cabo este tipo de intercambio”,señala Albert Quiles, director del área social de la entidad.
La fórmula de personas mayores compartiendo piso va a más, y entidades sociales referentes en el sector como Amics de la Gent Gran reconocen que hay personas que ya se han interesado por ella: “No es una demanda masiva, pero sí que hay gente, tanto entre la que nosotros atendemos como otros ciudadanos, que ya nos han preguntado si llevábamos a cabo este tipo de intercambio”,señala Albert Quiles, director del área social de la entidad.
Quiles cree que esta iniciativa “es muy positiva porque responde a diferentes problemáticas, como las dificultades económicas de la gente mayor con pensiones muy bajas, evita la soledad, los beneficiarios ganan en capacidad de decisión y libertad, y crea lazos y vínculos muy interesantes con personas de una misma edad”.
La socióloga experta en vejez y profesora de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), Maria Pi, cree que esta iniciativa social no es sólo factible, sino que viable, aunque añade matices:
La socióloga experta en vejez y profesora de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), Maria Pi, cree que esta iniciativa social no es sólo factible, sino que viable, aunque añade matices:
“No se puede esperar a ser mayor de 90 años, tienen que ser personas con salud y que no sean dependientes, y se tiene que hacer de una manera tutelada y voluntaria, ya que las personas mayores son muy reservadas, y suelen temer a que les invadan su espacio”.
Para Pi “la convivencia es compleja a cualquier edad, pero ellos lo viven de diferente manera ya que tienen una vida con mucha experiencias y algunas pueden ser negativas, cosa que genera recelo y desconfianza”. La socióloga también cree que “si ha existido una amistad durante toda la vida hay muchísimas más cosas a compartir y la relación es más fácil. Si no conoces a la otra persona, esta relación en gente mayor es más difícil que se pueda dar”.
El papel de los voluntarios
El gerente de Llars Compartides, Andreu Rovirosa, explica que esta iniciativa social “no cuenta con personal asalariado, y son los voluntarios los que se encargan de llevar a cabo las tareas de desarrollo del programa: la gestión social de los residentes y la gestión inmobiliaria de cada hogar.
Los propios usuarios financian una parte del coste del alquiler y de los servicios comunes de los hogares, mientras que la Fundación se encarga del resto de gastos y de buscar subvenciones de otras entidades”. Los servicios sociales son los que elaboran la selección de solicitudes, la gestión de la lista de espera y el registro de datos.
“Con esta iniciativa buscamos soluciones al problema de la soledad en la vejez y al peligro de entrar en la pobreza o la exclusión social por tener como ingreso único una pensión muy baja”, explica Rovirosa, que aclara que “las personas a las que va dirigido el programa viven solas y no tienen relación o soporte familiar, aunque están bien de salud y no son dependientes”. Para el responsable de la entidad, “estas dos cosas son necesarias para compartir unas relaciones sociales que tienen que evitar sentirse solo o caer en una baja autoestima y pasividad durante esta etapa”.
Desde la organización Avismón, su directora Magdalena Blasco cree que “esta es una opción de futuro muy viable, aunque no es fácil de realizar ya que no es lo mismo hacer lo que uno quiera que tener que adaptarte a otras maneras de ser distintas a la tuya; aunque también es cierto que este mismo problema lo tienes también a la hora de vivir con amigos o compartir piso con tu pareja”.
Desde la organización Avismón, su directora Magdalena Blasco cree que “esta es una opción de futuro muy viable, aunque no es fácil de realizar ya que no es lo mismo hacer lo que uno quiera que tener que adaptarte a otras maneras de ser distintas a la tuya; aunque también es cierto que este mismo problema lo tienes también a la hora de vivir con amigos o compartir piso con tu pareja”.
Aún así, Blasco piensa que es una opción muy buena no sólo para combatir las situaciones de precariedad económica: “La soledad es una de las peores enfermedades que hay en el mundo, pero no hay que olvidar que hay abuelos que les gusta estar solos, algunos de más de 90 años que sufren una soledad extrema y una situación económica grave”.
Compartir con los más jóvenes
Compartir con los más jóvenes
Hace años que programas como Viure y Conviure o entidades como Amics de la Llar trabajan para buscar una nueva opción de vida para personas mayores que se han quedado solas. Desde Amics de la Llar han tutelado, en los 14 años de vida de la entidad, más de 200 relaciones de convivencia entre un estudiante joven y una persona mayor, un vínculo que nació para solucionar dos necesidades: la soledad de los mayores y los problemas de vivienda de los más jóvenes.
La presidenta de la entidad, Rosa Naudí, hace una valoración positiva de este intercambio que favorece a las dos partes: “Los mayores buscan compañía, seguridad, especialmente por la noche, y la presencia de alguien joven hace que se sientan más acompañados y no tengan tanto miedo. Los estudiantes, por su parte, solucionan de forma económica un problema de vivienda y aprenden de las experiencias de los mayores.
Hemos asistido al nacimiento de relaciones muy especiales”. Naudí cuenta casos reales de personas mayores deprimidas a los que la compañía “ha hecho desaparecer todos los males”, aunque insiste en que este tipo de relaciones tienen que estar constantemente tuteladas para evitar que la parte más frágil, los mayores, salgan desfavorecidos. Naudí recuerda que, al principio, era una iniciativa nueva que a la gente mayor le costaba un poco, pero que se ha ido normalizando hasta al punto de que la demanda para este tipo de relación es cada vez mayor.
“La experiencia nos ha permitido seleccionar bien a las personas que entran a formar parte del programa, y esto es lo más importante”, concluye la presidenta, que ejemplifica en forma de anécdota que son muchos los abuelos que le han confesado que “se han acabado rejuveneciendo”.
La gran vejez condicionada
La gran vejez condicionada
La crisis económica no está afectando sólo a las personas activas en el mercado de trabajo, sino que también está incidiendo negativamente al colectivo de las personas mayores. Según el último estudio de la Cruz Roja que gradúa el impacto de la crisis entre este colectivo, más de un 68% de los encuestados (la muestra es de 588 personas) han manifestado que la crisis les ha afectado en mayor o menor grado, mientras que un 24% asegura que les ha afectado mucho o bastante. Pero hay un dato todavía más revelador: el 28% de la muestra consultada asegura haber necesitado de algún soporte externo para hacer alguna actividad de su vida diaria, o bien la ha tenido que asumir algún familiar.
El hecho de que cada vez vivamos más años depara situaciones cada vez menos anecdóticas, como que los hijos vuelvan a vivir con sus padres a una edad ya muy avanzada. En este sentido, es probable encontrar relaciones de pisos compartidos entre personas mayores con los mismos lazos de sangre.
El hecho de que cada vez vivamos más años depara situaciones cada vez menos anecdóticas, como que los hijos vuelvan a vivir con sus padres a una edad ya muy avanzada. En este sentido, es probable encontrar relaciones de pisos compartidos entre personas mayores con los mismos lazos de sangre.
La cuarta edad o la gran vejez, son personas con más de 90 años y que, en ocasiones, vuelven a compartir piso con sus hijos, e incluso con sus nietos. Una situación que para la socióloga Maria Pi implica un desgaste muy fuerte: “Son hijos o hijas de 60 años viviendo con madres o padres de más de 90 años. Es una situación complicada porque son personas que deberían de ser cuidadas, pero siguen siendo ellos los que cuidan a sus familiares.
Estas personas pierden en calidad de vida y acaban agotadas”. Desde algunas de las asociaciones sociales destinadas a la gente mayor también alertan que cada vez hay más abuelos que se ven en la necesidad de mantener a sus hijos e hijas, incluso nietos, después de que estos se hayan quedado sin trabajo. En este sentido, compartir piso puede ser un mal menor para abaratar costes mientras se busca una salida a esta situación.
Julià, Dolors y Albert ya han decidido qué cenarán esta noche. Hace años no se conocían ni se les había pasado por la cabeza que algún día terminarían compartiendo piso a los 70 años.
Julià, Dolors y Albert ya han decidido qué cenarán esta noche. Hace años no se conocían ni se les había pasado por la cabeza que algún día terminarían compartiendo piso a los 70 años.
La delicada situación económica en algún caso, y la falta de un soporte familiar en algún otro o la combinación de ambas- les hizo pedir ayuda a la Fundació Llars Compartidas que les incluyó para uno de sus programas.
Ahora tienen una segunda familia en su hogar del barrio de La Verneda, en Barcelona, y están contentos con su nueva realidad. Dolors les hace trabajar de lo lindo para que el piso esté limpio, Albert devora películas de los años 40 o 50 en su habitación, y Julià se decanta por el crimen y las series policíacas.
Tienen una vida compartida, pero mucha libertad que les permite no renunciar a lo que antes hacían en sus casas. Aseguran que su bienestar individual y su calidad de vida han aumentado con el tiempo, y ahora lo disfrutan. Compartiendo, dialogando y salvando los obstáculos del día a día cuando es necesario eso sí, juntos.
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