viernes, 5 de julio de 2013

No dejar que las hormonas anulen a las neuronas



Utilizando el lenguaje de las finanzas, es claro que muchas parejas incurren en “sobregiros afectivos” que las conducen al “protesto de cheques amorosos” o al cierre de la “cuenta matrimonial”. ¿Cómo evitarlos? 
Aprender a no sobregirarse no es fácil. Por ejemplo, incluye el acompañar a la pareja a actividades que uno puede odiar pero que el otro adora. También pasa por aceptar que la vida es rutinaria pero que cada día puede ser siempre extraordinario. O evitar acostarse peleado con la pareja… 


No dejar que las hormonas anulen a las neuronas y decir siempre la verdad. Algunos creen que basta con corregir cosas simples, como no tener computador en la casa para no llevarse trabajo al hogar. Y hay quienes postulan que hay que seguir “pololeando” como al inicio y llamarse 5 o 6 veces al día por teléfono. O apechugar juntos y ser “compinches”, considerando al cónyuge como tu mejor amigo, cultivando la complicidad y el humor. 

También pasa por controlar el mal genio y aprender a ser tolerante. Es el consejo de un fanático de la “U”, casado en segundas nupcias con una joven colocolina… O por diferenciar lo esencial de lo accesorio y negociar los espacios de poder, aceptando, por ejemplo, escuchar música con audífonos si la pareja ama el silencio. O sacarse la armadura, que se llega a pegar a la piel, ya que la relación pareja es donde ésta menos se debe usar porque el camino del amor es menos escarpado si se confiesan los miedos…


Los sobregiros hacen que muchas veces fracase el publicitado sueño de “hasta que la muerte nos separe”.

 ¿Qué lleva a algunos a naufragar en el matrimonio y a otros a transformarlos en aventuras exitosas? ¿Qué factores garantizan el éxito? ¿La afinidad política? ¿La identidad cultural, racial o socioeconómica? ¿El contigo pan y cebolla? ¿El amor a primera vista? ¿La amistad previa? ¿En qué tipos de sobregiros incurren con mayor frecuencia las parejas chilenas? ¿Qué hacer para evitar que se corte la cuerda? ¿Cómo manejar los conflictos y conciliar las manías? 

Obviamente, lo ideal –como en todo- es prevenir antes que curar. Como dice la doctora Ingeburg Fuhrmann, quien en los 90 impulsó un proyecto de Escuela para Padres y Parejas, “los sobregiros se producen cuando, en forma rotativa, uno de los cónyuges aparece tomando y el otro dando, en forma desproporcionada”. Ello atenta contra la pareja porque en algún momento se tiene que pagar la deuda y en la medida que pasa el tiempo, suben los “intereses”. En general, los sobregiros van “desnutriendo” a la pareja y una pareja desnutrida tiene poca resistencia a la adversidad. 

Habría dos tipos de sobregiros



los de la pareja y los de un cónyuge en relación al otro ejemplos del primero se daban más frecuentemente en nuestros padres ya que ellos comenzaban su matrimonio en medio de enormes exigencias: querían que la unión durara para toda la vida pero asumían este desafío en un hogar nuevo, entrando a la vida laboral y esperando el primer hijo. Hoy ese esquema ha cambiado. Los jóvenes se casan pensando en desafíos más hedonistas y personales: comprarse una casa, un auto, ir a un postgrado al extranjero. Los hijos quedan para mucho después… 

Sin embargo,hay otras conductas a corregir como no abrir los conflictos, lo que lleva al paulatino cierre del dialogo y a una armonía aparente. Entre tantas rabias y desacuerdos acumulados, llega un momento en que la vida juntos se hace insoportable. Es el momento en que no queda dinero ni en la cuenta corriente ni en la línea de crédito matrimonial… En ese momento, la pareja opta por seguir junta pero cada uno en su mundo, o separarse. 

Según la doctora Fuhrmann, la segunda opción ha aumentado en las nuevas generaciones porque éstas buscan una pareja mucho más gratificante que la de sus padres o abuelos. “Así, paradojalmente, la separación se produce no por falta de amor sino por exceso de éste”. Es decir, la pareja quiere una cuenta afectiva con mucho “saldo” y se frustra cuando ve que la vida tiene conflictos, que ha idealizado la relación y ha creído que el otro va a llenar todo, incluso los propios vacíos, algo imposible. 

Hay consenso en que serían tres los factores para aspirar al éxito matrimonial: la comunicación real, la capacidad de negociar los desacuerdos y el sexo satisfactorio. Comunicarse no es solo conversar sino acompañarse, interesarse en lo que hace el otro, compartir sus sueños y motivaciones. Aunque no hay que hablarlo todo porque, por ejemplo, los hombres no son dados a hablar y se pueden sentir invadidos. 

Hay otras claves


Como nunca dar por hecho que se tiene garantizada la pareja, conquistándola día a día con detalles como invitarla a salir al menos cada 15 días (aunque sea a comer un sándwich) o salir solos un fin de semana. O ser capaz de decir “quiero estar solo” sin que la pareja se sienta. O sea, que la relación aguante la franqueza. O inquietarse por lo que hace el otro, aunque sea muy distinto al quehacer propio. Algunos señalan que el cuento de hadas se puede construir con hechos como reírse juntos cuando al otro se le quedó la llave dentro del auto. 

Pareciera que el fin del amor siempre va precedido de señales. Por ello hay que estar atento. Termina siendo más importante la voluntad de cuidar el amor que tener absoluta afinidad. Una pareja exitosa no es la que tiene los mismos gustos sino la que es capaz de llegar a consensos. 





Algunos piensan que tener una vida sexual satisfactoria es producto de un buen vínculo y si hay deterioro en éste, falla lo sexual. Enfrentados a elegir, hay quienes optan por una mala relación sexual con buen afecto “porque el sexo se puede mejorar pero no una relación pésima y desgastada”. 

El sexo es un acto íntimo que no puede darse apurado, sin preámbulo, con los niños entrando al dormitorio, con puertas sin chapas. Según la doctora Fuhrmann “en el sexo hay un espacio muy sensible a la carencia, a la sobre exigencia externa, especialmente en parejas donde el único ámbito que va quedando más protegido en el sexual”. 


En suma, se incurre en sobregiros cuando no se da la pelea contra los errores. Cuidar el espacio de la pareja no es solo un derecho sino una obligación. Y ésta no puede reducirse a dos personas que se intercambian informes desastrosos al final del día sino una dupla que es capaz de inventar soluciones para los desacuerdos…

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