viernes, 5 de julio de 2013
A falta de fidelidad, infidelidad “responsable”
Si usted es de aquellos que piensan que "una no es ninguna", le conviene saber que, si en un mes usted tiene relaciones sexuales con solo dos personas y, luego, cada una de ellas con otras dos (y así sucesivamente), al cabo de 15 meses, la última persona de la cadena sexual que usted inició ha tenido –en forma indirecta– 8.250 posibilidades de contagiarse de Sida...
Es cierto, se trata de un ejercicio "teórico". Pero la aparición del virus VIH, que sólo enferma al ser humano, no es teoría: ya ha llevado a la muerte a cerca de 30 millones de personas en todo el planeta y mantiene a aproximadamente otros 40 millones viviendo con el virus. Asimismo, existe una tendencia al aumento del mal en mujeres, en heterosexuales y en personas de escasos recursos.
En Chile, han fallecido más de 6 mil personas debido al Sida y habría unas 40 mil infectadas. El cambio que muestra el fenómeno a nivel mundial también se da en Chile: los grupos más afectados ya no son homosexuales y prostitutas. El SIDA es un problema que puede afectar a cualquiera.
La aparición de la enfermedad ligó, sin atenuantes, la conducta afectiva y sexual del ser humano a la muerte. Como su forma principal de contagio es la relación sexual, las relaciones amorosas no son, ni volverán a ser nunca lo mismo, o al menos, por un tiempo aún desconocido, pero ciertamente incierto.
Antes, la fidelidad o la infidelidad eran decisiones personales y libres. Pero hoy, la infidelidad más que una conducta que pueda generar sanción moral o aplauso social, dependiendo del cristal con que se la mire, es un acto que puede tener dramáticas consecuencias.
Quien opta por no tomar precauciones –aunque sea infiel una sola vez y esté seguro que no "hace mella" a su relación de pareja– está poniendo en riesgo su vida, la de su pareja y la de toda persona a la que decida incluir clandestinamente en su vida sexual.
El miedo inicial a contraer Sida no cambió significativamente la práctica de la infidelidad. Pareciera que es difícil tomar conciencia de que la única forma de prevención absolutamente segura es la exclusividad sexual mutua y permanente. Algo que se supone existe en las parejas estables, los matrimonios por ejemplo. Pero si no se da la condición señalada, por muy “estable” que sea la unión, el peligro siempre estará presente. Por ejemplo, una “canita al aire” sin condón es una conducta de alto riesgo. Y entre los adultos infieles, hombres y mujeres, la tendencia es no tomar precauciones cuando se relacionan con personas "como ellos"…
Decir "tengo pareja estable" conlleva la idea de fidelidad. Pero dada las cifras negras de infieles, no tiene sentido como medida preventiva y es absurdo como argumento para no tomar medida alguna porque todos sabemos que el concepto "pareja estable" no significa que no existan affaires, ocasionales o permanentes. Asimismo, el que uno de los miembros de la pareja declare que tiene "pareja estable", no asegura nada respecto del otro. Según las estadísticas, al menos la mitad de las mujeres con Sida son dueñas de casa casadas. Es decir, con pareja estable…
Las cifras hablan de un crecimiento en la transmisión del Sida vía relaciones heterosexuales. El riesgo de un “desbande” va aparejado con una eventual y masiva llegada de la enfermedad a la población heterosexual y juvenil…
En el caso de las mujeres, está ocurriendo. A inicios de los ‘90, la mayoría de los heterosexuales que vivía con el virus (89%) eran hombres. Actualmente, un 50% de las 34 millones de personas que viven con VIH son mujeres (y en América Latina suman el 36%).
Aunque las cifras globales de contagio han bajado, en el mundo cada 15 segundos se contagia una persona. Y en Chile (y el mundo) ha aumentado el riesgo para las mujeres, producto de la estigmatización, la discriminación y la violencia que las afecta de manera desproporcionada. La mujer es más contagiable que el hombre, no solo por razones biológicas sino por su incapacidad de "negociación sexual" en una sociedad machista.
Es claro que el problema no es fácil y moralizar sobre él no es lo adecuado. Sin embargo, hay una conducta que no debería persistir entre los infieles: no tomar medida alguna de prevención. Tal como la “paternidad responsable”, tal vez debería instalarse el concepto (y la práctica) de la "infidelidad responsable"… ¡Cuantas mujeres podrían salvarse de ser contagiadas por sus estables maridos en sus estables matrimonios! ¡Cuantas estables parejas podrían ahorrarse el drama de desestabilizar su vida y la de sus hijos a causa de una cruel, onerosa y evitable enfermedad!
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